Aquí justo en el instante
puedes certificar que nada raro,
Inusual, diferente ha sucedido.
Tampoco el día es bello.
Cayeron unas gotas y quedaron ya muertas
esas últimas hojas amables de otoño.
Tráfico lento, tarde desprendida
de vida milanesa que a pesar de todo amas
y a la que vuelves cuando llega el invierno.
Nada es hoy diferente mientras llega el tranvía,
aparatoso y tosco con su cuerpo tan viejo.
La vida, como esta tarde.
Una efímera belleza. Frescas gotas de lluvia
y un tranvía en Milán que va y otro que allí viene.
La gente con sus compras, sus problemas, sus sueños.
Te acomodas en la acera y miras alrededor.
Quizá este es el milagro:
es una tarde de invierno
donde nada ha ocurrido.
Desvencijado viene lentamente el tranvía.
David Ferrer. 2021
Rama desnuda. Sol de mediodía.
La plaza parece un libro abierto
o gigante arrecife
con alguna gaviota perdida del Hudson,
estudiantes con bolsas y café en vaso
de plástico, andar ligero
por la plaza buscando un restaurante.
Y el hombre del piano no es aquel
que encumbró Billy Joel en el Madison
unas calles más arriba, en blanco y negro.
Aquí la luz es limpia
como si no pareciera un final de febrero,
la antesala y rumor
que nos puso en parálisis de vida.
Es ya media mañana
y escuchas a unos metros.
Marca el hombre de denim el ritmo en la madera
y te envuelve este piano o aquella luz
que ya sólo es nostalgia
de lo que fue New York,
de lo que fue este mundo
en aquel continuo, invisible y cotidiano prodigio.
David Ferrer. 2020
No llegará el momento
en que la noche extinga la certera piedad
que impone una mirada.
Ved aquí cómo apenas se derrama la luz,
cómo la desnudez entera prolongada a las manos,
no siente la caída cercana de la tarde.
Observad que tampoco
se aprecia el más pequeño atisbo de la pérdida.
Y además el silencio.
Ni música que pueda inquietar esa estampa.
Sólo así. Nuevo instante ignorado en el mundo
y ya escrito en el código tan íntimo del rostro.
David Ferrer.
Del libro Silencioso aleteo.
Sabemos que nos miran:
tal vez fuera oculto en esa inmensa sábana
blanca que se mantiene aun brillante en la noche,
pero no lo entendemos.
Sabemos que nos miran ojos interrogantes,
con el brillo de los tímidos, de aquellos que caminan
despacio sin sospecha
y tampoco comprenden qué hacemos, quiénes somos
aguardando en silencio con libros la mañana.
David Ferrer.
Del libro Margen de sombra.
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